Nadie puede negar que con momentos como éste cuesta muy poco seguir viviendo. Lo que les voy a contar, como siempre digo en mis clases, me lo han enseñado los que de verdad son hombres de talento: mi maestro Don Fernando Lázaro Carreter, actual Presidente de la Real Academia de la Lengua Española y lingüistas como Noam Chomsky, Ballye, A. Meillet, Sapyr, Portzig etc… Es decir, yo soy un alumno que, como mucho, no tiene más merito que: …que se sabe la lección.
El título de mi conferencia se me rompe ya —ahora mismo— en cuanto que hemos establecido el silencio para ver qué trae la palabra del hombre al cruzar el aire que nos envuelve. Si lo que necesitamos es felicidad serena, es absolutamente necesaria la comunicación humana y si e poética: ¡Mejor!
Pero:
¿Cómo se logra el paso
de la palabra a la poesía?
Si consideramos que la fuerza elocutiva es básica, encontramos que el poema (Relación Emisor-lector) depende, según Levin —Estructuras Sintácticas del Poema—, para su fuerza elocutiva, de su poder de exhortación. Y ésta la sentiría el lector yéndose al mundo imaginario. R. Wellek, en su Teoría Literaria, hace referencia a un mundo de ficción y contrapone el mensaje ordinario que: informa, manda, enuncia… etc, al de la comunicación lírica, dejándonos ver que cuando nos hemos sumergido en ese mundo de ficción nos encontramos con que el poeta es un alter-ego del hombre-autor y, entonces, distinguimos con Petrarca, la diferencia entre hombre y poeta. Además el lírico transustancia y transforma la realidad. Según A. Machado:
“Lo anecdótico, lo documental humano
no es poético…”
Sin embargo nos queda la esperanza de que en el lenguaje poético, el hombre no necesita Verificar la información. Lo que realmente funciona es que “p” o “q” sean verdaderas… y la palabra, amigos míos, tiene esa maravilla transformacional dentro de sí misma.
Y si es preciso que “q” no sea ni siquiera “q”, pues… ¡no importa! Se han encendido, pues, las luces de la comunicación. Ya nos hemos hecho uno y podremos seguir adelante con la cara alta, pisando fuerte y llenos del triunfo de lo humano. A todos nos ha gustado siempre la locura de lo imaginario, avanzar con la pasión encendida hacia adelante… ¡perder e norte! Hacer lo que queremos sin dar cuenta a nadie.
El poeta puede ser lo que quiera porque el poeta rompe la función andadora de los deícticos. Ninguna proeza transformista le está vedada al poeta. Cuando el poeta dice: “Yo pronuncio tu nombre…” se establece un antagonismo silencioso y, como dice Ortega y Gasset: el síntoma de un gran poeta es contarnos algo que nadie nos ha contado…
Alguien ha dicho: “Todo gran poeta nos plagia…” Cuando pienso en esto, entonces comprendo a quien dice: ¡Me gusta la poesía! Y es, sencillamente, que la relación diapasón-vidrio se ha producido. Insisto, lo deícticos se han destruido, no hay anclas. Ya nos ha llegado el momento de decir con P. Salinas:
La poesía se explica sola, sino
no se explica. La poesía es una aventura
hacia lo absoluto.
porque:
Ya he sido hecha
para la sed de los labios que nunca preguntan.
Un consejo mío:
Cuando esté lloviendo poesía en tu campo:
mójate, empápate y toma posesión de “tu casa”
entre los hombres.
El centro de tu diana ha sido alcanzado por la saeta de la comunicación poética. Otro hombre y tú os habéis solidarizado. El erudito W. Kaysser, refiriéndose a Goethe, decía que había escrito para un determinado público. ¿Hay condicionamientos para alcanzar la comunicación poética? Indudablemente hay que atraer a lector y, para ello, es preciso establecer un combate.
F. García Lorca dice:
Si es verdad que soy poeta por la gracia
de Dios —o del demonio— también lo es que lo soy
por la gracia de la técnica y del esfuerzo, y
de darme cuenta en lo absoluto de lo que es
un poema.
Ahora bien, si el combate, la técnica y el esfuerzo, arriba mencionados consiguen la conmoción, haremos ciertas las palabras de Nietsche:
Sé que en mi palomar hay
palomas forasteras,
pero se estremecen cuando les pongo la mano
encima.
Y, por ende habremos llegado a encender un sistema luminoso de señales que León Felipe traduce así: Señor, yo te amo porque juegas limpio…
Y es que yo interpreto como llegado el momento en que nosotros estamos comulgando: La hostia ética y humana.
Finalmente, pues, podemos pregntarnos: ¿La poesía necesita un Lenguaje especial? ¿Cuál? Hay varias respuestas. Por ejemplo:
— Podemos valernos de unos adornos que diría B. Croce.
— Podemos valernos de una Lengua desviada de los usos ordinarios, según el formalismo ruso.
— Ballye, opina que la Lengua literaria refleja la realidad más inmediata.
— Y, para N. Chomsky no existe la lengua poética, por ser la Lengua infinitas oraciones con una infinitud de reglas.
Pero A. Meillet, como lingüista, dice que los poetas no tienen derecho sobre la Lengua, sin embargo utilizan una rebeldía ante la gramática.
Para mí lo poético está en que ha sido
necesario hacer una gramática
para que sintamos la rebeldía
Aquel judío matemático y lógico, sabía lo que se hacía. Esto es igual que escribir un libro llamado: elogio de la locura, en una época donde no cabía el término. Se trata, por tanto, de cambiar las reglas del juego con y en la lengua. Gerardo Diego nos da un precioso ejemplo cuando dice:
“Venid a oír las risas y azucenas
la alborotada y esbelta ria…”
Todos son elementos de la lengua común, pero ha jugado las cartas como ha querido y no lo conocíamos. Hay, pues, que agredir y violentar: violar las reglas, desligar el idioma poético y llegar, con J. Guillén, a la conclusión de que:
La poesía no requiere ningún
lenguaje especial… La rosa puede
oler mejor que la política.
El poeta utiliza su lenguaje. No el de todos, sino con sus connotaciones que tampoco son las de todos. Así pues, cuando tengas conciencia de que has sido sorprendido por la comunicación poética, comienza a andar sabiendo que puedes mirar lo invisible, fiarte del azar y…
¡tirar cariño por la borda sin esperar nada!