I Metamorfosis de un día La punta de los días se anuncia con risas o con lágrimas. Por la catarata cósmica se precipitan las alegrías acariciando las curvas gigantes de las aguas... ¡unas veces! ¡Otras tantas!: espumas tristes se mezclan con el «verde-azul» del «estrépito-fondo», mientras en la tranquila hondura viven, saltan y brincan: lunas y amaneceres ocasos y albas. II El cielo se ha congelado en azul. Los pájaros son rictus dibujados en el aire. Los vientos se han callado entre tanto, el sol mira torpe y se pregunta qué hace... Parece que los mares los han sujetado los atlantes; ¿Qué ocurre esta tarde?: Por lo visto hasta al ocaso se le ha visto la clámide. I Él no estaba Vivía horizontal: En una línea antes del fin del mundo. A este lado —en éste de acá—, donde está la vida, no quedaba en él sino: el vacío, la negación y ¡mucho frío!
Poemar
Cuaderno de poesía
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Lo mismo que Aristóteles
LO mismo que Aristóteles en su avanzada edad me canso de leer; más me interesa ese grito en la cal de la memoria o ese quiebro espontáneo de palmera de tu talle... Mirar cómo la vida aún se afana en el cuello, en las caderas, en los senos, en labios llameantes... No más citas de cítaras y endechas cuando el amor prolonga su goce atormentado... Leer, oh fuegos, oh candelas en los ojos que jóvenes abandoné al estudio de saberes inútiles... Las letras del rubí son cabellos exhalados, guarismos luminosos que destellan llamando mi atención... Es otra noche sin insomnios crueles ni delicias perversas. Luego la voz, la canción y la vida afanándose en nombres y tronchando azucenas. Yo las oigo, las siento y las vivo en mi sombra, espectro, perfección, dócil materia saludable... Recuerdo que antes las vivía, era joven, muy joven, tenía edad de Atenas...