DE tus ojos gotea el sol de Oriente, y a tus labios arriba el Sur perfumado. Mujer frutal que en mi lecho te abandonas como un río que trae ahogadas lunas en celo. tal vez ya nunca despliegues tu asombro de azafrán sobre los astros, y desolvides este amor ahora eterno para tornar al mundo ajeno y distante. Cuando decidas fijar tu residencia en el duro mármol luminario, y dejes rodar por tu espalda, vistiendo tu mejor desnudo, al último alba, el peplo sencillo, quedará el mundo con las manos en la sombra, serás al fin emblema de fronteras. Nada detendrá —aun tus besos dirán lo contrario— tu destino de ser alegoría de la nada.
Cuaderno de poesía
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